domingo, 26 de septiembre de 2004

Ver morir

Despedirse de los amigos

DIEGO BRICIO era rollizo, ágil, activo y sonriente. Químico brillante, amigo y protector de mi mujer. Tenía buen gusto y una gentileza y suavidad muy ajena a la de los Sinaloenses que conozco. Aunque compartía de ese caracter la generosidad y el gusto por las reuniones numerosas y festivas. Cuatro o cinco veces gocé de su hospitalidad. Un hombre en verdad cordial. Su gusto por las matemáticas lo había hecho un matemático serio, reconocido por los egresados de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

Viajaba mucho. Durante una estancia en Italia me envió un libro de Giovanni Capelli: Floppy Disk, una novela de género négro de un autor de fines de los 80 que no ha sido traducida en México. El gesto implicaba que me encontraba algún parecido físico con el autor y era un guiño a mi interés por las computadoras.

Como yo, fue profesor de la UAM desde su inicio. Un edificio en la Unidad Iztapalapa de esta universidad lleva su nombre.

La última vez que lo vi fue en el área reservada del Instituto Nacional de Nutrición, con veinte o 30 kilos menos, con inmunodeficiencia adquirida, pálido, febril, sudoroso y delirante. Murmuraba que no quería morir. Apenas nos reconoció a mi mujer y a mí. Fue la despedida.

Para mi padre, médico, la muerte es un proceso. No tenía prejuicio para llevarme con él desde los cinco o seis años para estar con varios agonizantes. Lo entendía porque eran hombres o mujeres que había visto yo en su consultorio con sana faz. Los reencontrábamos con rostros de color diverso: ictéricos, terrosos, cenizos, pálidos, verdosos. Caras y miradas agobiadas por el sufrimiento físico, por el agotamiento. Matices del dolor humano al final de sus caminos. Y atrás la adivinanza de su resignación: una inexplicable tristeza. En nada es semejante a estos rostro el de alguien que agoniza de SIDA.


El primer cadáver

Recuerdo con claridad mi primer muerto. Y no con tanta claridad mi primer beso...

TENÍA YO alrededor de 4 años e iba al supermercado a unas cuantas cuadras (id est manzanas) de la casa: la distancia que hay en esta ciudad de la avenida Chapultepec a la calle de Oaxaca, bajando por la calle de Valladolid en la colonia Roma. Se atraviesan: Tokio, Puebla, Sinaloa, Durango y se llega a destino. En el cruce de Oaxaca y Tabasco, donde estaba en 1957 el primer Sumesa.

Iba una tarde acompañando a mi madre, cuando vimos un grupo de gente en la esquina de Durango y Valladolid, Era un atardecer luninoso a medio verano. Una tarde tibia y con sol, reverberaban en el camellón de Durango las hojas de los truenos y apenas se sentía una leve brisa que atenuaba el calor. Ahí estaba el muerto, en la acera, frente al camellón, frente al lugar donde se construiría El Palacio de Hierro dos o tres años después.

El hombre, un viejo mendigo de facciones indígenas, no acababa de morir, entendí. Estaba de lado, ya le habían cerrado los ojos, y sólo una pequeña hemorragia indicaba que había perdido el sentido, se había golpeado y había muerto. Su rostro estaba en paz. Un policía velaba el cadáver en espera del ministerio público. Todos los vecinos sabíamos que era limosnero, que era esa su esquina e ignorábamos donde vivía o sobrevivía.

Ahora, lo impensable hoy. Junto a él habían colocado su dinero, varias columnas de monedas de cobre de diverso valor. Monedas de curso viejo. El muerto tenía el color de las monedas. No le habían cubierto el rostro.

Al llegar a la casa mi madre tomó una sábana y le pidió a la sirvienta la llevara para cubrirlo. El México de hace cincuenta años en poco se parece al moderno.

Esas monedas. Ese muerto. El policía vigilante. La tarde. Son mi primer muerto, frente a lo que es hoy El Palacio de Hierro.

No tuve pesadillas esa noche ni las siguientes.

El miedo a los muertos lo tuve después. La mañana que me llevaron a San Ángel. Al museo del Carmen y vi los rostros y los cuerpos de muertos devorados por la muerte: las momias del Convento. Pasó mucho tiempo para que aprendiera a deshacerme de ese horror.



¿Cómo fue su primer muerto?

Crímenes en serie

EN LA TRADICIÓN mexicana, el primer muerto nunca se olvida. Tal vez los demás sí. Creen. Pero lo dudo. Lo manifiestan las evidencias: los souvenirs de los asesinos seriales, la gran aportación del siglo XX al mundo.

No se describe con ellos a Pol Pot o a Hitler, sino al hombre o mujer que destacan en la sociedad por infligir la muerte a diestra y siniestra en diversas comunidades. La mayoría de estos criminales recuerdan a todas y cada una de sus víctimas. Las grandes editoriales, las televisoras y los diarios junto con algunas productoras cinematográficas tendrían menos capital sin algunos de estos emprendedores sujetos.

Tal vez lo deslumbrante de sus actos se debe a la iniciativa por crear una metodología propia del crimen. Tanto Goyo Cárdenas, como las Poquianchis deben estar considerados en el museo de los crimenes seriales de México. Ellos son los pioneros. Un hombre y dos hermanas. Todos fueron capturados.

Desde 1992, hasta la fecha, han muerto en Ciudad Juárez, Chihuahua, en la frontera norte de México, más de 320 mujeres asesinadas. En este caso no debe hablarse de un criminal en serie, sino de toda una sociedad la que es cómplice de este crimen contra la humanidad.

Modas

Ritos sacrificiales


A RUBÉN BONIFAZ NUÑO, notable poeta, le molesta que se mencione el ritual de los sacrificios entre los antiguos mexicanos. O que se hable de canibalismo ritual. Yo le digo que está bien, que nadie está diciendo mentiras, aunque a él --a sus 80 años-- el asunto le sigue perturbando.

Me parecen correctos los rituales de nuestros antepasados. De alguna forma, no hay pueblo que esté libre de haber cometido alguna violencia contra propios o enemigos que hoy no tenga alguna carga políticamente incorrecta,
comme on dit las personas sin experiencia de la vida.


El pueblo del sol de Caso me parece un libro que describe adecuadamente lo que ocurría entre los mexicas. Y varios de los descubrimientos del arquélogo Matos, todos documentados y publicados confirman que la situación no ha sido descrita con exageración, sino con matices propios de los diversos estilos de los autores. Son hechos, doctor Bonifaz, admitámoslos con el interés con que usted ha demostrado que el pensamiento mexicano y su religiosidad tenían una cosmogonía deslumbrante, que conciliaba sus vidas con una plenitud ejemplar incluso para la moderna barbarie. Punto.


En la medida de que no cometían delito alguno (las leyes no son retroactivas): era correcto y adecuado sacrificar a los enemigos, extraerles el corazón, y despellejar a los sacrificados.Que a Bernal Díaz del Castillo la práctica no se le diera, repito, era falta de mundo: subsecuentes viajeros descubrieron matices comparables a éste en rituales de otras latitudes.

En suma: la vida no era como en España: ellos allá con sus moros y cristianos, su Armada invencible --vencida--, su gran Capitán y sus problemas: su necesidad de estar bien con Roma y esas cosas. Y devastaron por acá. Y despellejaron esta civilización, pero ni siquiera tuvieron la habilidad de extirparle el corazón. Ya lo ve, como prueba usted mismo mi extrañado doctor Bonifaz.

Mire usted: ahora los arquéologos han encontrado que los celtas eran igualmente a los sacrificios humanos. Cuerpos modificados, desnudos, en posición fetal con señales de ahorcamiento han sido descubiertos y fechados al extraerlos de la turba.

Lo sabemos de antes, le gustaba repetirlo al profesor Humberto Martínez: toda religión se vuelve sanguinaria, cuando ha dejado de tener sus propios mártires.

Algunos descubrimientos muestran también cadáveres de niños próximos al Templo mayor. En contraparte, en Cartago, un cementerio guarda los restos incinerados de más de 2000 infantes, algunos nonatos, sacrificados a Moloch.

Ahora que el mundo es civilizado, ya no canibalizamos ni sacrificamos. Veo los noticieros y descubro una inmensa promoción de la pedofilia.




Los suicidas en la Ciudad de México

De una conversación con un exsubprocurador

UN EXPROCURADOR nos contaba hace algún tiempo su visión de los suicidas en la Ciudad de México:

"Los hombres cuando se suicidan llevan barba de varios días, visten con descuido, sus habitaciones están desordenadas, el ambiente pesa. Son un asco.

"Contra todo lo que supone la literatura imaginativa, poco enterada: cuando una mujer se suicida, es discreta. Está aseada, viste con corrección, con pudor. O bien, lleva encima un largo camisón, no se exhibe. La auténtica suicida deja todo en su sitio, la casa en orden. Ha cuidado de su intimidad. Su(s) carta(s) explica(n), no detalla(n). Hay un fascinante ensimismamiento en la atmósfera. Nunca vi lugares más limpios y presentables que las estancias de estas desdichadas.

"Y ojo, si alguna de estas circunstancias no se daba, de inmediato los investigadores comenzaban a buscar elementos para demestrar un presunto crimen. Ninguna suicida se mata semidesnuda, ni estará jamás sugiriendo la menor provocación."

En tal medida, con esa lectura, releer los acontecimientos me provoca a veces un escalofrío.



Mucho de esa conversación quedó pendiente. Nos habíamos reunido en su oficina para comer la rosca de Reyes.

Nota roja (2)

Otras enseñanzas de la prensa

ENSEÑAN TAMBIÉN los medios que los crímenes pasionales se arreglan con puñal, con golpes múltiples, contundentes como prueba de una furia reconcentrada, aneja. Y cuando sus autores son homosexuales, se manifiesta más violencia.

El narco es expedito. Y afirman que prefiere la presencia del tiro de gracia para confirmar su autoría. No como un acto de misericordia. Previamente pudo darse una inaudita crueldad con el cuerpo del enemigo. Es su firma. Las variantes, al parecer, son al gusto y refinamiento de los sicarios.

Tampoco detiene al narco el enfrentamiento abierto, rural o urbano. Le da presencia. Publicidad. Advierte de su poder, control y alcance en las situaciones territoriales. Y buena parte de sus mensajes se dan a ritmo de armas automáticas y altos calibres, AK 41, Uzi. Los instrumentos del alto poder. El poder del miedo. Los nuevos bárbaros. Los sucesores de Atila. Sus valores son terrritoriales, la riqueza, una civilización deforme.

Algunas antefirmas se distinguen por encajuelar a los ejecutados, incinerar los autos de los occisos, envolverlos y aventar los cadáveres en vías rápidas o tiraderos. En alguna esquina. Mostrar su afinidad con la muerte.

Una muestra distintiva se obtuvo con el afamado Señor de los Cielos. Un hombre tan feo como poderoso. Muy poderoso, tanto que no resistió la seducción de la liposucción. Para desgracia de los actores de este drama, tuvo a bien el protagonista en permitir que su alma alcanzara sus supuestos territorios espirituales. Los médicos e involucrados en esta acción ?proscrita por la reglamentación sanitaria mexicana?fueron encontrados tiempo después enlatados, descuartizados e incluidos en tambos rellenos con cemento. Una condena a la mala práctica médica, a manos de poderes celestiales. Descansan en paz.






Suicidio y arte de morir


Nota roja y arte de morir

La nota roja contemporánea nos ha hecho miopes respecto al ejercicio de la ejecución, junto con la información derivada de los medios. De tal manera, no es arriesgado afirmar que todo pueblo ha practicado la pena de muerte sea por motivos sagrados --religiosos-- y de justicia, lo que se agrega a las prácticas de asesinato.
Sin embargo, a su vez, la nota roja educa en función del moderno ejercicio de la muerte:

Por la nota roja aprendemos al inicio del 2001, en la Ciudad de México, el ahorcamiento es la forma preferida del suicidio. Y se demuestra que las vías del Metro, por ejemplo, es uno de los procedimientos que, pese a su velocidad y eficacia, no es el más convincente para los usuarios como forma de morir. ¿Pudor o respeto al cuerpo ante la excesiva violencia del impacto y/o la descarga eléctrica?

Avanzo otra hipótesis: es imposible para un suicida desligar su imagen póstuma con la experiencia mediática. ¿Cómo apartar de la memoria que son los criminales y los enemigos de los héroes de las películas y de los programas televisivos quienes mueren de esa manera? No obstante, 50 suicidas anualmente optan por este recurso. No hay un estudio de caso al respecto.

En cambio, es notorio que los viejos que se dejan morir, conforme a la información de las crónicas amarillistas, recurren a la muerte por asfixia, abren la llave del gas.
En contraste, quienes mueren por asfixia de CO son en su mayoría muertes accidentales donde pobreza e ignorancia inciden. Éstas ocurren en noches invernales y por lo general son muertes tumultuarias.

Gilberto Flores Alavez enseñó con su machete el camino para los parricidas del último cuarto del siglo veinte mexicano. El asunto, estudiado por Vicente Leñero en la novela Asesinato, causó revuelo. Casos parecidos se han contemplado más tarde, y coinciden en cuanto al uso del arma blanca como instrumento prefererido.

No fue este el caso de un subsecretario de Comercio en el año 2000, quien inexperto en la aplicación del harakiri (los subsecretarios de Comercio no leen la biografía de Mishima), se cortó el cuerpo con una navaja de taller de diseño, tipo cutter, (dos dólares el juego de navajas chinas en las ofertas de los vendedores ambulantes de las esquinas) y deambuló desagrándose una buena distancia por las proximidades de la carretera de Toluca.

En este crimen, los sucesores y discípulos de Vicente Leñero podrán encontrar una veta criminalística maravillosa. La justicia mexicana acudió a todos los métodos modernos de investigación, incluso la psicología y el análisis del perfil criminal para determinar que el sujeto del caso estaba alterado en sus facultades mentales debido a un estrés extremo.

Un retiro bancario de 200 dólares (en su equivalente en moneda mexicana), unas notas que supuestamente exoneraban a todo dios: al presidente Ernesto Zedillo, al Secretario de su despacho, a su esposa, etc., y un dolido adiós a sus pequeños hijos --a quienes heredaba su colección de Cdes de música (¡seguro estaba en su perfil de Yahoo!) permitieron aclarar el caso. Después: silencio, olvido, una viuda y unos huérfanos.

Quedaron pendientes: un negocio millonario que instrumentó con un exmilitar argentino, el RENAVE, del cual puede en Internet averiguarse la historia; la conveniente presencia en aquel momento de su jefe directo en Japón (of all places, aunque no hubo visita oficial a la tumba de Mishima); y el laberíntico juicio del militar argentino, adicionalmente acusado de criminal de guerra, y fratricida por su participación en los crímenes de la dictadura militar de su país de origen; y el temeroso silencio de su familia, quien estuvo de acuerdo con el dictum judicial respecto al asunto.

Si tal muerte hubiera sido única, no quedaría duda respecto al suicidio. Sin embargo, ese periodo de la historia de México, el sexenio final del siglo, estuvo empañado por series de crímenes sin resolver y una serie de atentados, muertes y suicidios de funcionarios de diversa posición y nivel. Un diputado. El cuñado del Presidente. Un locutor de televisión. Un Oficial Mayor. Un cardenal. Un gobernador de Chihuahua. Sucidios y muertes que comenzaron con el asesinato del candidato presidencial priísta, Luis Donaldo Colosio en 1994 y se diluyeron, ya entrado el siglo XXI, tras el inexplicable suicidio de Benigna Ochoa, una defensora de los derechos humanos, supuestamente muerta a causa de la depresión.

Abundemos un poco en la proporción de la oscuridad. Ese Oficial Mayor de la PGR. Un hombre gris, mediano, servicial y habilidoso que llegó hasta donde lo dejaron. A la vera de un camino próximo a su casa, una mañana en su camioneta Suburban, con un tiro en la cabeza, con una nota suicida, y con los lentes perfectamente ajustados al rostro.

El acongojado procurador, Jorge Madrazo, igualmente gris, ¿intuía que se había convertido simbólicamente en un verdugo, que había dejado de ser el Fiscal de la nación?

En esta breve enumeración está el tema para quien decida dedicar una vida a un imposible laberinto. ¿Qué habría pensado Dumas de este material? Legajos inagotables, declaraciones, páginas y páginas de contradicciones y aparentes pruebas que no conducen a ninguna parte. Es de tal perfección la trama de los acontecimientos confusos e inconexos que la vía de la intuición sólo puede proponer hipótesis desconcertantes, o la evidente: se desbocó el poder, se multiplicaron los verdugos. Y la conclusión: en México, efectivamente, es ciega la justicia.


El verdugo

Un oficio peculiar


"Después del la Puebla de la Cazalla, cerca de Osuna, hay que ir despacio a lo largo de unos cuantos kilómetros, porque la carretera está en obras. Queman los bordes de las chapas de los automóviles y los viajeros languidecen, sudoros y aburridos.

"Los campos se resecan a lo lejos salpicados aquí y allá por los pequeños olivos polvorientos y retorcidos y secas encinas. Reverbera el aire ante nuestros ojso quemados al pasar junto a los obreros semidesnudos y negros de alquitrán que apalean gravilla sobre el fuego derretido, con movimientos lentos y agotados, entre nubes de polvo pegajoso y acre.

"--Vaya oficio, chacho --exclama Antonio, volviendo la cabeza al pasar.

"También Vicente se los ha quedado mirando.

"--Hay gente para todo --dice.

"--Y mucha necesidad, también.

"--También, sí."


Quienes hablan así son unos verdugos españoles, rumbo a la primera asamblea de su oficio en la ciudad de Granada.

Sueiro, Daniel.
Los verdugos españoles. Historia y actualidad del garrote vil. Editorial Alfaguara, Madrid, 1971.



EL BRAZO ARMADO DE LA LEY, el verdugo, es la mano que aprieta y liquida para el poder: el oculto rostro del gobernante, del tirano o del sistema judicial de una sociedad. El otorgador de la muerte es una figura seductora, la legalidad que mata, el vengador de un grupo o gobernante de uan sociedad que desdeña la vida de sus miembros. Un hombre con licencia para matar.

Un especialista que, sin embargo, carece de lugar en los países civilizados y en los no tanto donde aún se aplica la pena de muerte.

Roger Caillois y Pär Lagerkvist con sendas Sociología del verdugo y El verdugo, ensayo y cuento respectivamente, fueron los primeros en abrirme los ojos respecto a los ejecutores. Ambos textos ?entre los cuales hay un tiempo mínimo de diferencia en su publicación y escritura, abordan el tema con brevedad y detalle ejemplares. Complementarios en gran medida, uno ilustra y demuestra aquello que el otro reflexiona.

La ventaja para un lector contemporáneo estaría en la posibilidad de profundizar en la comprensión de la vigencia para el nuevo milenio de una figura legendaria para toda civilización. Tanto un fragmento del Canetti de Masa y poder, "La mano"; como los amplios ensayos sobre El arte de matar de Daniel Sueiro y Penas de muerte de Martín Monestier junto con las obras citadas al principio propician una reflexión profunda sobre el tema, al que en ocasiones, se le soslaya o ignora en función de otros enfoques.

La fascinación del verdugo, así como la que propician las formas de ejecución, es vertiginosa. Como lector, es imposible abstenerse del protagonismo de ambos extremos de esta dupla. La escencificación --forma y el estilo de la ejecución-- tiene también sus rituales, su pretendida moralidad o advertencia: tiene incluso --afirma Monestier-- un específico carácter nacional, tan significativo como un estandarte o un escudo.

No se puede pensar en un inglés sin relacionarlo con el ahorcamiento o ignorar el decidido caracter francés de la guillotina. (Mas vale comentar sin el menor humor que el récrod Guiness de guillotinados lo tiene un verdugo nazi de la IIa Guerra). Es impensable la historia del pueblo judío sin la lapidación, y a nadie extraña la carnicería con el ejercicio del sable como una forma de justicia musulmana. El garrote vil lleva la firma castellana; así como la muerte adecuada para los acusados de satanismo, brujería o herejía es la hoguera. Múltiples formas refinadas de pena de muerte y tortura se funden continuamente con el patrimonio cultural de la humanidad.

Incluso la mera manifestación individual del crimen --valga el paréntesis-- llama la atención como motivo literario, en una tradición iniciada por De Quincey en El asesinato considerado como una de las bellas artes. O bien, las numerosas secuelas de narraciones que la figura de Jack, el destripador propició después del siglo XX, por mencionar sólo las expresiones literarias. Lo cual nos induce a pensar que todo hombre imagina y adopta las formas de muerte que en su mentalidad son permisibles.

La historia de Moisés a la deriva o su refinada versión femenina elaborada por Perrault en Blanca Nieves (que son abandonados como personajes a un destino incierto para ser ejecutados o perdonados) son el reflejo último de una participación de los dioses o del Hado capaces de ejecutar a un individuo o perdonarlo en función de la naturaleza o las bestias describe una curiosa alianza: los animales o la naturaleza como verdugo.

Sin embargo, conforme se civiliaron, los diferentes pueblos o naciones prefirieron algún tipo de instrumento como herramienta representativa de la muerte. El hacha o la flecha; la franciscana o la cimitarra, la decapitación, el empalamiento, el degüello, la decapitación, la lapidación, la trituración, el desmembramiento, el despellejamiento, etc. Y sólo un pueblo en la historia se ha permitido adoptar todas las formas históricas y protohistóricas de ejecución en un afán de síntesis agresivamente universal: la Alemania nazi.



sábado, 25 de septiembre de 2004


Glafira, Estela, Dany, April. En el Niza. 23 de marzo
Posted by Hello

Un año inolvidable

1ª GENERACIÓN

PENSAMOS QUE PODÍAN. Y llegaron, con sus pocas y muchas lecturas. Con y sin experiencia. Contrastantes y complejos. Sorprendentes. Como hijos de Guadalupe Victoria. Seguros de alcanzar la otra orilla. El compromiso y el triunfo. Y en general no vale elogiarlos mucho porque de pronto ocurre lo que sucedió: se estrellaron con el muro de sus propias palabras, encontraron el silencio, se vaciaron. Dudaron y tuvieron miedo. No siempre uno acierta, intentaba consolarlos. Deseaban reconfortarse. Pero se sufre.
"Toda juventud es sufrimiento", afirma respecto a Catulo Bonifaz Nuño. Y Abril Ambriz, Daniela Bojórquez, Maritza Buendía, Federico Vite, Jorge Vázquez y Luis Felipe Lomelí padecieron el dolor de la idea perfecta, la brillante anécdota y la aridez que se descubre tanto en la cuartilla como en la pantalla en blanco. Sintieron el peso de los días y la presión de que en ocasiones no basta el oficio ?circunstancia que es parte del oficio.
Mas en las reuniones de tutores nos sorprendíamos mutuamente al encontrar que cambiaban, que evolucionaban, que se convertían en mejores autores.
Las visitas externas, los escritores que los conocieron y con quienes convivieron, los auscultaban y diagnosticaban con ese gesto propio de los médicos cuando avanzan una segunda o tercera opinión. Confirmaban que podían. Entonces, se les exigía un poco más.
Resistieron. Aprendieron a su vez a exigirse y a dar más de sí. A mediados de junio podía notarse que la figura del tutor se había diluido en las reuniones. Cada sesión se había convertido en una discusión de escritores respecto a textos literarios. Y al comenzar agosto, cuando se les pidió entregaran una copia del trabajo realizado durante diez meses, no sólo estaban por concluir sus proyectos, su compromiso inicial, sino habían avanzado en la creación de otras obras.
Esto, lo saben, lo sabemos, sólo pudo suceder aquí, en la Fundación para las Letras Mexicanas. En otros ámbitos, con vocación semejante, no se reportan resultados tan satisfactorios. Me enorgullece en verdad que este primer grupo de narrativa terminara tres novelas y otros tantos libros de cuentos. Son originales elaborados con calidad. Sin embargo, sería traicionar la seriedad de esta labor recomendar su inmediata publicación. Todos los grandes escritores de reconocimiento universal lo afirman: un original es aún un último borrador, o uno previo ?incluso? cuando termina de escribirse. El autor debe darse distancia de su trabajo, vivir nuevas opciones y volver a él pasado cierto tiempo. Podrá entonces pulir con eficacia su estructura, su estilo, encontrar determinadas contradicciones, afinar a sus personajes, suprimir o reescribir algunos párrafos y procurar un cuidado balance de la trama, de la tensión interna, el adecuado matiz de ciertas atmósferas.
La obra de arte requiere tiempo. Un niño al nacer no está cabalmente formado. Lo sabemos. Lo aprendemos. Hay que dar tiempo. Felicitémonos, y felicitémoslos, pero no demos por finiquitada la obra sin cuidar esta condición por la que tantos libros pudieron ser sobresalientes.
No despediré a esta generación de becarios. Han demostrado ser escritores, lo que significa que, más que nunca, mientras estemos vivos, seremos parte de un mismo mundo en el que compartimos la necesidad de ennoblecerlo y dignificarlo. Adelante.
Finalmente, agradezco, agradecemos la condición sin la cual estos manuscritos nunca podrían haber sido escritos: al patronato de esta Fundación, y a sus dirigentes: Miguel Limón Rojas, Eduardo Reyes Langagne y Bernardo Martínez Baca, quienes en conjunto dieron una lección adicional: la del total respeto al trabajo del artista, con inteligencia, sensibilidad y cariño.

jueves, 23 de septiembre de 2004


Vivir es viajar
Posted by Hello

Cada mañana

Es facinante vivir en una ciudad donde uno nunca está seguro de regresar a casa en la noche. Una sensación como la que procuraba la vida en la antigüedad. Zarpaba la nave y podí­an ser meses o años de ausencia, como Odiseo. O tantos capitanes que jamás volvieron a los brazos de sus mujeres, ni a contemplar a sus hijos.
Emprender cada mañana una travesí­a desconocida (propia) en la geografía del mundo íntimo, y sospechar siempre que es la última. Un día, acertarás.

lunes, 20 de septiembre de 2004

Morir a gotas

"Hoy partimos en el Demeter. Pronto avizoraremos el Mediterráneo y luego vendrá la travesía hasta Londres, donde entregaremos el extraño cargamento que, desde más allá de Bitzritz, trajeron consigo unos gitanos con un respeto sacramental.
"Una extraña carga, que a todos en el barco nos estremeció".
La vida, algo recuerda de la expedición con el ataúd de Drácula en la cala del navío.
Un cuerpo que surge de la tierra. Cerca del agua. Intenta buscar su inmortalidad.


Primero
Pongo a tiempo el reloj. Miro en la pantalla la hora y me digo: si la esperanza de vida en México es de 72 años, puedo aumentarle 5 por la vida estrechamente vigilada por los médicos, y restarle 10 por la diabetes, los años que he fumado y, para no verme tan generoso, calcular la cuota que disminuyen el vino, el whisky y la cerveza. Puede ser un cálculo adecuado.
Por tanto, si nací en 53, 1953, tengo en perspectiva años 20 de vida sin demasiadas complicaciones. O un poco menos...
Me da tiempo para reseñar algunas de las situaciones que viví y especular sobre el próximo fin del mundo, que nunca llega, pese a tantas aseveraciones que en ese sentido se han hecho.
Se trata, tout simplement, que el tiempo pase. Que yo, como siempre, escriba.

De un recorte de diario

Jueves previo a la semana santa:
La ciudad comienza su agonía de todos los años. Pronto estará vacía. Domingo entre semana.
Me siento como si viviera La conciencia de Zeno, o bien como si se oteara en el aire el ambiente previo a la primera gran guerra, a la revolución mexicana, a la revolución de octubre.
Me confirmo: el mundo terminó hace un par de años o dos o tres; sin embargo, nadie se dio cuenta, todos estábamos muy ocupados o absortos, como en un partido espectacular de fútbol. Muy hermoso.


Yo lo pienso y a veces lo comento, nadie cree que hable en serio. Pero lo digo en serio, con la certidumbre de los profetas, que nada pierden porque sus horas están en otro tiempo.
...marzo, 2001