sábado, 13 de septiembre de 2008

Los cielos de Ciudad Juárez

Limusina juarense

Sinan Antoon y Einar Mär


Juan Manuel Roca


Ana Clavel y B. Ruiz


Jorge Humberto Chávez

David Ojeda

Miguel Ángel Chávez y Rodolfo Hinostroza

Una de las grandes joyas arqueológicas de Juárez

Eduardo Lizalde recibe la Medalla al Mérito Literario

María Merced Nájera, Erina Reddan y Cristina Rivera Garza


Sinan Antoon, María Merced Nájera, Margarita Minerva Villarreal,
Ruiz, Agustina Valenzuela, Ricardo Castillo, Leticia Herrera.

SI ERES ESCRITOR, QUIZÁ NO GANES MUCHO, pero viajarás mucho, afirma con frecuencia David Martín del Campo. Al encontrarme con escritores de 4 cuatro continentes, recordé la frase. 

Narradores y poetas de diversos rincones del país, de Europa, Asia, Australia y América central y del Sur. Más de 40 puntos de vista diversos acerca de la vida y la experiencia literaria. Buena prosa y buena poesia. El punto de encuentro: Ciudad Juárez, una de las más controvertidas ciudades del norte del país.

Digamos que es poco usual escuchar poesía en islandés junto con poemas en árabe y poesía brasileña junto con a poetas regiomontanas y narradores sinaloenses. Y conversar, reír, cruzar anécdotas, y sentarse con desconocidos que terminan por ser referencias entrañables por uno u otro motivo: su sensibilidad, su humor magnífico, su agudeza o por su sencilla sabiduría. 

Y más extraño es encontrarse con un antiguo alumno y amigo virtual que se convierte en un escritor de carne y hueso; o la cordial alegría de una escritora australiana que le lleva a su marido un ejemplar de La otra orilla. Paradojas de la vida y de los libros.

Un cielo tremendamente azul y despejado, 35° C., calles limpias, sin mendigos ni vendedores ambulantes y las ya usuales referencias a la violencia y al crimen que a nadie perturban. Y las noches frescas en amplias avenidas despejadas. Con una estrella solitaria que yace resplandeciente en un cerro: el otro lado, como telón de fondo. 

En suma, una experiencia de rostros múltiples donde el placer de la literatura y la fraternidad devuelven el gusto por las viejas aspiraciones humanas de paz y convivencia entre lenguas, formas de ser y de soñar un mundo mejor.












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