martes, 1 de julio de 2008

Xorge del Campo (45-2008)

ESCARBABA en la historia con el deseo de visualizar al difunto Patricio Robles, a quien luego envolví en mis imaginaciones de Los caminos del hotel. En la medida que buscaba pretextos para su alejamiento me hacían falta libros que se quedaron perdidos para siempre en casa de mi padre.

René Avilés Fabila en algún momento me había presentado a Xorge del Campo(¿o ya nos conocíamos desde los tiempos de El Heraldo de México?; seguramente, qué importa). Xorge fue durante un par de años mi interlocutor en el bar de Sanborns del PH Durango --oscuro y rodeado de oficinistas de 3er pelo-- cátedra de nuestras conversaciones respecto a los temas que me interesaban: historia, religión, literatura, la generación de los 40. Siempre tuvo comentarios generosos y llenos de filo. Usé los que convinieron a Robles, a fin de cuentas se trataba de mirar por encima de su hombro.

Pasados a las cuestiones críticas, Xorge era un B-52, con un dejo de Campari. No sé por qué. Siempre había en él algo de tristeza, un dejo de amargura No era un bebedor: más bien un magnífico conversador. Sus obsesiones me divertían e ilustraban. Con frecuencia le compré libros, viejos, raros y algunos únicos. Era parte de su ingreso el ir y venir de los biblófilos, el hurgar en bibliotecas y entre ofertas. Y así hubo una serie de conversaciones perdurables (quizá Fernández guarda esos diarios de los tiemps sin Blogger (tm) o se han perdido). Y lo siento.

Hace unos días me mandaron Bardamú y Martré el aviso de su enfermedad. 'Apenas hay tiempo para despedirse', dijeron. Cáncer en el estómago.

Y tenían razón: es bueno hablar con los vivos, decirse adiós y, al volverse, ignorar el incendio de las naves.

Tengo frente a mí sus libros, y no se me han borrado su voz, ni sus comentarios mordaces. En especial aquellos referentes a las relaciones conyugales. Aprendí mucho de sus consejos. Y magnífica me pareció su actitud de olvidar la grandeza del mundo para ver el interior de las cosas: desde ese lado, el que no atañe al centro. Desde la distancia.

Quizás no tarde en estar con él en los territorios de los narradores y de los cínicos. Quizá me tarde. Pero mientras, aquellas palabras, aquellas conversaciones hoy son únicamente mías. Descansa en paz, Xorge.

1 comentario:

Letisha Carlop dijo...

La ventaja de estos tiempos de blogs y emails, de fotos digitales y la "urgencia" de talleristas en todo el país; es la posibilidad de seguir, aún en la distancia cuidando los pasos de aquellos que en nuestra cabeza han hechos libros memorables, pero en el recuerdo se quedan las palabras y la voz, la charla y los bares... eso no es de escritores o bibliómanos, es de humanos.
Un beso enorme señor querido... espero estés muy bien Bernardo