sábado, 7 de abril de 2007

Dádivas de México al mundo

Posted by Picasa

EL CURIOSO LECTOR QUIZÁ se pregunte respecto a la figurilla que ilustra la presente entrada. Es una de las pocas boquillas de desagüe que están en el tercer piso, del lado de la antigua Aduana de la Ciudad de México, en lo que es hoy el edificio donde está la Secretaría de Educación Pública. Por lo general los curiosos que van a ver los murales de Diego Rivera ignoran esta parte del edificio, a un costado de mi área de trabajo.

Que trabaje, es otra de las sorpresas del año (mucho más considerando que desde el 31 de diciembre de 2000 no tuve sino oficinas virtuales, que si en SOGEM, que si en la FLM, que si en PLAN C EDITORES). Nada es para siempre. Ahora le hago la competencia a la boquilla de desagüe, pero con palabras.

Dejémos atrás ese paréntesis sin entrar de lleno en los acontecimientos de este cuatrimestre y refirámonos al tema del título. Es abril, es sábado de gloria, se anuncia una máxima temperatura de 23 °C, aunque la lectura del termómetro muestra 17 °C. El marcador de glucosa registró 108 y el baumanómetro 105/76 con un pulso de 73. Algo así como una pormesa de que si no ocurre un accidente, hoy no me convertiré en carroña.

Y lo sustancial, la revelación de mi sueño, donde se mostraba multitud de conversaciones con gente varia en la historia de mi vida. (El sueño, estoy seguro, tiene que ver con los poemas de Shintaro Tanikawa, de quien estoy preparando la edición de Sekenshirazu / Sin conocer el mundo, en traducción de Cristina Rascón, donde él apenas utiliza algunos signos de puntuación y apenas una que otra mayúscula, casi todas referidas a los nombres propios). Y entre ellos distinguía los rostros de Ana, de Víctor Hugo, de Berta, de Cecilia, de Gerardo, de Marcela... Todos ellos hablando sin cesar.

¿Cómo escribirlos, cómo representar su conversación con exactitud? James Joyce o Lawrence Durrell lograron describirlos durante el siglo pasado. Y ¿ahora cómo ser políticamente correctos sin faltar a la verdad? Las academias de la lengua tienen tiempo para considerarlo. Les doy una pista: cada época ha perfeccionado la puntuación, los signos. Y el lenguaje se ha hecho representable. Así, para todos los artilleros de palabras propongo un símbolo que nos los ilustre en la vida: "x"
(el subíndice X) al que llamaríamos el punto yreteseguido.


Estoy cierto de que al admitirse en castellano, todas las lenguas del mundo lo adoptarían. Quiero que ese sea mi obsequio a la humanidad.

Discútase y coméntese. He dicho.



1 comentario:

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Empezaremos a hacer propaganda a su aportación en este lado del mundo...