lunes, 17 de julio de 2006

Todos le dicen Alí



DON Alí cumple 88 años. Le gusta afirmar que su oficio es la tipografía. Tiene otros méritos: el Premio nacional de Arte y Literatura, una biblioteca que alcanza tal vez los 35 mil volúmenes, su gusto por la conversación y el buen vino, además de su natural simpatía y generosidad.
Muchos creen ser sus discípulos, pero no compartieron su placer por el lenguaje, el cuidadoso ritmo de su poesía, ni su prosa crítica desprovista de florituras y de subterfugios. No importa.
Durante estos días se han festejado los 50 años de publicación de su primer libro de poemas: Palabras en reposo, lo que ha sido un descanso entre los vaivenes de las noticias de los diarios.
Su amigo y contemporáneo, Jorge González Durán, hombre adusto, se desesperó muchas veces de lo que llamaba su 'democrático' caracter, ya que Chumacero siempre ha sabido sentarse a conversar con gente de todas las estirpes y raleas con curiosidad y atención. Eso no le quita estatura y dimensión. El observador objetivo nota que el viejo poeta ha hecho una revisión completa de la naturaleza de sus interlocutores y elabora un retrato preciso de los seres y del mundo a su alrededor.
Conocí a don Alí hace 35 años. Él revisó la tipografía de mi primer libro. Sin comentarios adicionales, señaló las fallas y errores que mi ignorancia hubiera perpetuado. Y, claro, me invitó un whisky. Conocí a casi todos sus amigos y los he visto ausentarse de su mesa. Ciertas tardes, ciertas noches, los evocamos. Alí promete vivir 500 años. Sé que faltará a su palabra, que vivirá muchos más.

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