viernes, 28 de abril de 2006

Visión


LA PRIMAVERA DE 2006 fue realmente asombrosa, como las primaveras de 1960, cuando los árboles, los jardines, los pájaros parecieron aliarse para recordar las estaciones que hicieron de la Ciudad de México la capital de un antiguo imperio.

Un calor de trópico, aisladas lluvias vespertinas, y unas noches tranquilas en su belleza son las imágenes que guardaré de ella.

Olvidaré las amenazas de Bush al mundo, las contiendas por el poder desatadas por las guerrillas de la mediocridad en México, el desconcierto ante la sensación de impotencia con que nos amedrentaron los medios, y las numerosas ausencias que se agregaron a previas en los álbumes de fotografías, en los registros de mi agenda.

Me quedaré únicamente con la imagen de una niña descubriendo una hoja en los senderos de un parque, su fascinación al observarla, y su gesto atento ante la sensación de una repentina brisa: pronunció con asombro el nombre invisible para su mirada: viento.

Los árboles se estremecieron.

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