viernes, 21 de marzo de 2008

Pesadillas y sueños para niños


LAS NIÑAS con quienes convivo, Julia y Regina, viven en un mundo que les reafirma que son princesas. Tanto Disney como Barbie acorralan su imaginación con imágenes de un universo difícil de identificar con la realidad que las rodea. Los comercios las rodean de trajes de princesas, zapatillas de plástico con tacones imitación de las de cristal de Cenicienta, celulares rosas, loncheras con tal o cual rostro de Blanca Nieves o Aurora o Bella; o vasos, pulseras, artículos de tocador, etc., todo objeto posible 'de princesas'; y, por supuesto, unos príncipes magníficos que en ocasiones las acompañan.

Toda esta parafernalia va del escaso al ningún gusto, y determina sus preferencias en cuadernos de dibujos, revistas con ilustraciones que reproducen esos mismos rostros angelicales hasta el exceso y una corte de amiguitos ínfimos, por lo general animalías segundonas con las que conversan e interactúan; y por supuesto, viven en castillos y mansiones fuera del alcance de cualquier aspiración clasemediera.

Escasos son los mundos alternos que se les proponen, por lo general inspirados en las mangas japonesas y en rostros de gestos agresivos y sin capacidad de sonrisa pese a sus grandes ojos; o bien, en una serie de nuevos personajes cuyas genealogías son oscuras o inexistentes. Los Backyardingans, por ejemplo, sólo viven aventuras imaginarias en sus patios, y jamás se relacionan con sus padres, que deben ser --si nos atenemos a la genética-- parejas diversas de especies aún sin clasificar.

Hay otras opciones

Escasean los personajes del folklore clásico, o historias que establezcan vínculos entre la realidad y lo imaginario. Las mitologías han sido propiamente desterradas del mundo infantil contemporáneo; se las ha reemplazado por niños cuyos amigos son dragones voladores, casi todos de magnífico carácter; o niñas exploradoras autosuficientes; o habitantes supuestos del mar con cerebros de amibas; y también por extensiones de juegos de cartas 'mágicas' o sucedáneas de aventuras computarizadas; por citar algunos casos. Tal es la escena que domina la barra infantil de la televisión.

Fuera de Jack, el rey de la noche de Halloween o Shrek, un ogro con todas las cualidades del gran antihéroe, pocas oportunidades de contemplar un mundo de contrastes con una pincelada de ingenio se dan en las propuestas para los niños.

De las estéticas, ni preocuparse. Las computadoras gráficas hacen milagros de animación nunca antes vistas. Pixar, uno de los grupos más creativos en los largos metrajes para niños, ha demostrado con Monsters, Inc., Toy Story, La familia del futuro, Buscando a Nemo, etc., las nuevas posibilidades de contar historias de calidad a través de animaciones.

No podemos quejarnos del todo, ni renunciar a la evidencia: de lleno hemos vuelto a un mundo icónico, de grandes atractivos visuales donde la elección depende de nosotros mismos: donde hay que obligarnos a renunciar a cierta comodidad que proporciona la sobreoferta de un mercado de consumo, cuyo desprecio al talento, a la renovación de formas, al rescate del conocimiento de lo clásico y su adaptación a los nuevos lenguajes es total en aras de la mera ambición de ganancias fáciles a cambio de nada. Es la mejor manera de educar para la esclavitud y la sumisión. La peor herencia.

En contraste, es posible empeñarse en analizar y en buscar aquellos elementos que pueden ofrecer a los niños una formación más apta para comprender y transformar --o sobrellevar con inteligencia-- el mundo que les toca vivir. Ciertamente, implica detenerse a reflexionar qué puede ser una herramienta útil para un niño. Un puente real entre su necesidad de ludismo y la resolución de sus preguntas, junto con el desarrollo de su capacidad de reflexión y creatividad. Esta serie de elementos, por desgracia, no se ofrecerán con frecuencia en las escuelas, sino solamente en el seno de la familia, y quizá con algunas amistades.

Los libros infantiles, las grabaciones para niños, cabe señalar, ofrecen por su parte obras de magnífica calidad. Tienen en contra, por lo general, los habituales impedimentos: son breves tirajes de alto costo. Pero es más costoso no formar, no enseñar.

Para los padres, la disyuntiva está en el tiempo con y para sus hijos y el peso de los horarios laborales y de traslado en la vida diaria. Junto con la común percepción de que no hay salario que alcance. Por tanto, lograr una capacidad intensa de relación con los hijos es difícil. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena.

Por mi parte, fui educado en un mundo de disciplina extrema y poca afectividad. Pese a que conviví con mis padres y hermanos estrechamente, nunca hubo una abierta comunicación entre nosotros.

Veo con mis hijos una situación menos extrema. Si bien no fueron tan intensos los tiempos de convivencia mutua, hemos disfrutado con intensidad nuestra relación. Quizá para ellos la visión que proyecto no sea la ideal o la que desearon. Pero nos entendemos, e incluso podemos reírnos de nuestros defectos y manías con cariño y respeto. Y creo, también, que saben enfrentar la vida, cada quien con sus criterios, que no son necesariamente coincidentes.

Quizá el secreto radique en algo que aprendí hace muchos años, cuando descubrí la forma de ser de mi tía la mayor, recientemente fallecida, que fue soltera siempre: si cada momento tiene la intensidad de una despedida, la existencia cobra una altura inmensa.

Esa idea nunca la he encontrado en las aventuras de las Barbies o de las princesas de Disney.

3 comentarios:

Juan Carlos Esquivel Soto dijo...

Lo que mencionas acerca de que las mitologías fueron desterradas del mundo infantil contemporáneo, me hizo recordar lo que fue quizá la última serie de dibujos animados que se basó en la mitología: Ulises.
Era una serie japonesa (para variar), de ambiente futurista, con naves espaciales y robots, pero que en cada episodio recreaba un pasaje de "La Odisea", de Homero. Sus personajes eran los mismos de la obra épica: Ulises, Telémaco, Calipso, etc. Yo aun era un chico cuando ví esas caricaturas, por lo que me es difícil recordar con detalle todos y cada uno de los episodios. Peri hubo uno que llamó particularmente mi atención, y que fue mi favorito de todos: el episodio de Sísifo. Sale sobrando la anecdota de ese episodio harto conocido. Lo que sí voy a decir, es que, luego de haber visto ese capítulo, le pedía mi papá comprar un libro de mitología griega para ver más y, sobre todo, IMAGINAR más.
Un saludo

Jorge Jaramillo Villarruel dijo...

No tengo hijos, pero tengo un par de sobrinos y un hermano 10 años menor que yo. Con mi hermano y con mi sobrino más grande (de ahora 3 años), lo que hice fue simplemente alejarme de las películas para niños, y ver con ellos películas de aventuras, de terror, de arte... a ambos les gustó mucho "El extraño mundo de jack" pero también disfrutaron "El séptimo sello", "Dracula" de Tod Browning, y "El laberinto del fauno".

Mi hermano tiene 17 años, es un gruñón y bastante callado. Eso no es signo negativo, pues es una persona que vive de forma intensa sus cosas, su deporte, su música.

Mi sobrino habla con palabras que un niño de 3 años generalmente no emplea, usa composiciones gramaticales complejas y siempre quiere saber más sobre casi todo.

Tengo formación de Psicólogo (con un año de P. Social), y sé con certeza de que los mpetodos educativos tradicionales no son necesariamente los únicos que funcionan.

El miércoles próximo llevaré a mi hermano al cine a ver "Control", de Anton Corbjin, película en blanco y negro sobre la vida de Ian Curtis, uno de los más grandes poetas de la modernidad, quien cometiera suicidio el 18 de mayo de 1980 (tres días después de mi nacimiento). Otros lo llevarían a ver Harry Potter o alguna película de magos y aventuras, con niños y adolescentes... pero mi hermano prefiere "Control". Y eso, me hace sentir orgulloso.

Ah, y hay muchas series de animación japonesa con fundamentos mitológicos universales: Neon Genesis: Evangelion (sobre el cristianismo, y un poco de mitología nórdica), Gilgamesh, Chrono Crusade... el problema es que muchas de estas series son "demasiado" adultas y complejas, difíciles de captar incluso para las personas mayores, y por su temática y desarrollo lentos, psicológicos, a los niños les aburre.

María Tabares dijo...

Qué buenos, serios y largos comentarios.
Yo que sólo te quería preguntar, si mañana puedes almorzar.

Abrazo