jueves, 12 de abril de 2007

Vonnegut for ever

ESTA MAÑANA aparece en las secciones culturales de los diarios el anuncio de la muerte de Kurt Vonnegut.

Mi admiración y respeto por él comenzó a partir de la lectura de Las sirenas de Titán, novela publicada por Minotauro, la reconocida editorial de ciencia ficción argentina, hace un poco más de 30 años. Su inteligencia e ironía caracterizaban su estilo irreverente, mordaz a la manera de Stanislav Lem, otro heredero de la sabiduría narrativa de Rabelais. Químico y antropólogo, fue un hombre dedicado a la crítica de su sociedad y de su tiempo. Lo conocí por azar durante una breve estancia en Nueva York, donde mucho de su conversación me descubrió su cariño y respeto por Carlos Fuentes y José Donoso, además de su refinado gusto por el arte contemporáneo (parte de aquella mañana la pasamos en un exhibición de Edward Munch).
Planeaba entonces, era noviembre de 1981, un viaje al Ecuador, a las Galápagos, lo que de momento me pareció curiosidad de diletante o mera curiosidad. Años después, con la lectura de la novela homónima me quedaron claros sus motivos. Le hice una pregunta curiosa, como de entrevistador de secundaria o mal reportero, aparte del inglés ¿qué idioma consideraba más importante? "German, no doubt", fue la respuesta.
Quien lea Matadero 5 tendrá claro el porqué de la respuesta. Y más, mucho más, quien imagine el galpón con el mural inmenso que representa la mañana de mayo de 1944 que señala el día de la liberación, el fin de la II Guerra Mundial descrito en Barba Azul.
"Pese al éxito comercial, Vonnegut sufrió de depresión toda su vida", afirma el redactor de la nota fúnebre en el diario. No ha leído, estoy seguro, ninguna de sus páginas autobiográficas ni sus obras más conocidas. Ergo, no entiende un hecho que se bosqueja desde otro punto de vista en Madre noche.
Creo que realmente alguna vez existió Kurt Vonnegut, y los hechos así lo muestran. Sin embargo, al final de su primera juventud, lo llamaron a la guerra, donde fue. Patrullaba un bosque próximo a Dresde cuando fue capturado, hecho prisionero, llevado a la ciudad y encerrado en el almacén de un rastro. Durante dos noches (13-15 de febrero de 1945), las fuerzas aliadas (lo que se llama fuego amigo) bombardearon y arrasaron la ciudad. Fue uno de los bombardeos más devastadores de la 2a Guerra Mundial. Al ser liberados, Vonnegut y sus compañeros atestiguaron la magnitud del desastre, las proporciones de la aniquilación. Y él era parte de ese fuego aniquilador y víctima de él en su encierro. Algo así como el gato de Schröedinger, si se desea ver así.
No creo que el Vonnegut que fue, sobreviviera. Ese Vonnegut quedó bajo los escombros de Dresde hace 62 años. Sólo conocimos al producto de ese bombardeo sumado a su difícil historia familiar —como son la mayoría de las historias familiares. Esa es mi impresión. Mas ahora no están ni uno, ni el otro. Ni el de antes ni el de después, ni el creador de Newt y de Kilgore Trout y de Wanda June, sino una larga lista de libros memorables en su mayoría que seguiré visitando con interés y placer.
Hasta pronto, Kurt Vonnegut.
*

No hay comentarios: