viernes, 5 de enero de 2007

Humo


El HUMO es un sustituto de las olas.

Pero el humo proviene de una brasa, del fuego. Es producto del robo de Prometeo a los olímpicos.

Y el humo se ha vuelto contra nosotros --en nuestro imaginario colectivo.

Las olas, en cambio, son vistas como fuente de energía. No como un desperdicio.

Mas amamos la visión del fuego, como la de las olas, como las nubes o el perfil de las montañas como una huella de los elementos alquímicos a los que atávicamente se respeta.

Abusamos de la energía por combustión y por químicos disipados en el ambiente, y hemos contaminado las aguas y convertido la tierra en vertedero de deshechos prohibidos. Nos abrogamos ese privilegio, sin saber --en un principio--; luego, ignorando toda advertencia.

De esta manera nos hemos condenado. Vivimos bajo la constante amenaza de nuevas enfermedades y pestes desconocidas. Por suerte a los únicos que se castiga en occidente es a quienes se atreven a recurrir al cigarrillo, al tabaco. Son los chivos expiatorios de los pecados empresariales, del abuso de la tabla de los elementos. Los fumadores son fáciles de castigar.

Se pone un impuesto a los automóviles y con ello pueden circular. Se pone impuesto al tabaco y patrocina las campañas contra los fumadores y a los legisladores que votarán contra ellos declarándolos exiliados de los sitios públicos, de los recintos particulares, se les discrimina, se les ataca, se les critica.

Incluso en las conversaciones. En el contacto familiar o en el social esa discriminación se ha vuelto válida, permisible, un valor social.

La sumatoria de los humos de las chimeneas, de los calentadores de gas y las estufas, las emanaciones automotrices, los desechos de todo orden ¿no merecen una persecusión mayor?

Un gheto o una ciudad para los fumadores.

No es sólo nuestro humo el que molesta. En juego de la sinrazón deberían exiliarnos a todos.

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