viernes, 7 de septiembre de 2007

¿Qué tal si matamos a todos?




AL PASO DE LOS AÑOS se tiene la impresión de que la capacidad de asombro ha disminuído o, bien, ha terminado por diluirse.

En la infancia, muchos de los juegos en los que participé consistía en un minucioso aprendizaje en torno al arte de matar. Fuera uno vaquero o indio, podía terminar de cliente del poste de la tortura [--tórtura-- pronunciábamos para darle un toque de dramatismo], escalpelado, baleado, fusilado, degollado, acuchillado, ahorcado, etc. Nadie podía morir de catarro o de infarto. Ese era el encanto del --Far West-- , el lejano oeste. Y, es casi obvio, era un juego de género, en este caso de hombres. Las niñas no eran bienvenidas a la violencia macha infantil. --O tempora o mores! --, todavía no entiendo cómo pudieron cambiar tanto los tiempos...

Conforme fui creciendo, tal apología del crimen y la muerte violenta fue cediendo paso a la educación, a la civilidad, al respeto de la vida de los otros, a dudar de las bondades de la pena de muerte y el ajusticiamiento. La lectura y la visión de la guerra de Vietnam, las secuelas de juventudes perdidas, de generaciones laceradas; los crímenes del 68 y el Jueves de Corpus del 71 en México, la toma del palacio de La Moneda, en el 73 en Chile y la guerra de las Malvinas, etc., junto con todo el anecdotario de sangre, muerte y crímenes a lo largo y ancho del mapamundi durante los últimos lustros del siglo pasado y de este, crearon una conciencia de que la muerte violenta o el asesinato no son justificables.

Es precisamente en las Malvinas donde Margart Thatcher rompe las reglas del juego: una mujer que permite que los gurkas eliminen a mansalva a los jóvenes argentinos que fueron sacrificados estúpidamente por sus generales.

La imagen de Sadam con el odio en la mirada y la soga al cuello, me vuelve a la mente hace unos minutos cuando descubro el corazón dulce y encantador de Frances Townsend, a quien no metería en mi cama. Sin embargo debe deleitar las fantasías más enloquecedoras del presidente Bush. "Capturar y matar a Osama Bin Laden, jefe de Al Qaeda, es “una prioridad absoluta”", afirma, para que mi pesimismo en la humanidad se desborde. Francamente me divertía más de chiquillo. Y de cualquier modo, me hubiera provocado una sonrisa irónica esa foto que ilustra cómo es el saludo maorí.