Cada mañana
Es facinante vivir en una ciudad donde uno nunca está seguro de regresar a casa en la noche. Una sensación como la que procuraba la vida en la antigüedad. Zarpaba la nave y podían ser meses o años de ausencia, como Odiseo. O tantos capitanes que jamás volvieron a los brazos de sus mujeres, ni a contemplar a sus hijos.
Emprender cada mañana una travesía desconocida (propia) en la geografía del mundo íntimo, y sospechar siempre que es la última. Un día, acertarás.
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