viernes, 2 de abril de 2010

El hijo pródigo




QUEDAN ATRÁS TRES años en la SEP. Regreso a la UAM por la misma puerta que dejé atrás en abril del 98. (Recuerdo, tras la niebla de la memoria el febrero del 75, cuando pisé por primera vez los pasillos de la unidad Azcapotzalco, y el reencuentro con Carlos Montemayor y Humberto Martínez).

Mucho ha crecido y poco ha cambiado la universidad. El tiempo crea sus propias máquinas. Sin embargo, en el interior, el icberg de la certeza muestra como insignia cierta desolación. Muchos amigos y conocidos ya han muerto. Esos rostros que jamás volverán siguen presentes entre quienes más o menos sobrevivimos. En la palma de la mano, la línea de la vida apunta hacia la puerta donde ya no hay nada.