viernes, 2 de mayo de 2008

Impresiones de un premio literario







ESTA HISTORIA COMIENZA EN 1972, cuando en un larguísimo viaje que duró una semana desde México hasta Tapachula, Chiapas, Luis Chumacero, quien gustaba hacerse llamar in illo tempore L. Luscius Varouch, copiloto del coche de Henry Mac Henry, vio un poblado en la carretera de Catemaco hacia Alvarado, y exclamó: "Miren, un pueblo sin nombre, eso está mal". Mac Henry detuvo el auto y Luis declaró solemnemente bautizado a "Dr. Varouch, Veracruz" vaciando una cerveza en la entrada de la villa.

Años más tarde, leí un manuscrito de Eduardo Villegas. El joven cuentista me pidió le escribiera, si me gustaba, la cuarta de forros del libro que Tierra Adentro le prometía publicar. Los relatos eran muy buenos, por lo que escribí un texto donde recomendaba su lectura.

Hace un año coincidimos Eduardo y yo en la reunión donde se brindaba por la aparición de un poemario del propio Villegas y un libro de cuentos de Francisco Conde. Me invitó a una plática en la Casa de Sor Juana Inés de la Cruz, en Metepec, Edo. de Méx., para hablar de poesía y narrativa. Acepté. Y por ahí de septiembre estuve en la Casa de Sor Juana.

El proyecto de la Casa, me explicó Eduardo, es independiente. Un amplio grupo de escritores y profesores de literatura han dedicado parte de sus casas o sus casas a hacer espacios de lectura de poesía y narrativa, principalmente, donde hacen reuniones abiertas a sus comunidades, en sus barrios y en sus pueblos. Están dedicadas a escritores de sus preferencias, y en ellas leen y hacen talleres donde los jóvenes intercambian y critican sus textos.

Para invitar unos tacos y los refrescos o aguas frescas o alguna cerveza a los asistentes en los descansos de las reuniones, venden libros o sencillamente desembolsan por el gusto de hacer algo por sus comunidades. Un proyecto totalmente autogestivo, que ha ido creciendo a lo largo de los años recientes en un estado de los más poblados del país. Hace poco lograron su registro notarial como grupo, de modo que las Casas de Poesía tienen una protección legal y un proyecto definido que rescata lo mejor de las tradiciones de hospitalidad y aliento cultural en este México de contrastes sorprendentes.

Después de la reunión en la Casa Sor Juana Inés, donde hubo una taquiza de carnitas y chicharrón excelente, me invitaron a conocer la Casa del poeta Alí Chumacero, donde Francisco Xavier Estrada ha hecho una inversión y un trabajo espléndido como espacio cultural. Ahí escuché la lectura de diversos matices y calidades de los asistentes de las casas. Una lectura respetuosa donde se aplaude el esfuerzo, en algunos casos, y la buena poesía. Vamos, una velada agradabilísima. Mínimos protocolos y una naturalidad memorable. Con un respeto a la ideología y el trabajo de cada participante, que ya lo quisiéramos ver en el Senado de la República o en las sesiones del Congreso.

De regreso a la Ciudad de México, Servando Hernández Pérez me contó de su trabajo en la José Revueltas, en Ixtapaluca, y le dí algunas ideas para facilitar y ampliar su labor. Discutimos un poco de lingüística y de libros, ya que él estudió una maestría en Cuba, y ya casi para despedirnos me comentó que quería hacer un premio de poesía. Quedamos de vernos para trabajar una convocatoria que apoyara el INBA para la promoción. Y algunas semanas después nos reunimos para afinar detalles. Fue cuando me dijo que el premio debía llevar mi nombre. Le propuse algunos escritores que para mí tienen muchos más méritos, y finalmente me dije, con eso de que el Juan Rulfo ha desatado tanta polémica, ahora prefieren a los de las filas de atrás. Sea, por el bien de las envidias. Y acepté.



De modo que tras mil peripecias de Servando, y un empeño infatigable, se organizó, convocó, se recibieron y juzgaron los 48 trabajos de México y del extranjero, y el domingo pasado se entregó el premio a los ganadores. Me conmovió la ceremonia, aunque me aguanté la emoción todo el tiempo. Esa es la historia del Primer certamen relámpago internacional de poesía Bernardo Ruiz que promueve la Casa del Poeta “José Revueltas” de Ixtapaluca, Edo. de México. Gracias. Finalmente, no es mérito mío. Es la locura y pasión de Servando quien merece el reconocimiento.